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La experiencia de ver a su padre perder la memoria y la autonomía a causa del Alzheimer marcó profundamente a Bill Gates. A pesar de los recursos del fundador de Microsoft, la enfermedad afectó a su familia sin distinción. “No había medicina que pudiera devolverle la cognición”, relató el empresario, quien decidió convertir ese dolor en acción.
Desde entonces, Gates ha destinado más de 300 millones de dólares de su propio patrimonio a la investigación médica sobre el Alzheimer. Su meta es acelerar el desarrollo de diagnósticos tempranos y tratamientos que eviten el deterioro cognitivo que padecen millones de personas en el mundo.
Entre los avances financiados por Gates destaca un test sanguíneo llamado p217beta, capaz de detectar los niveles de amiloide en el cerebro, una proteína vinculada al Alzheimer. Este método promete reemplazar los costosos escáneres PET y facilitar la detección temprana de la enfermedad, lo que permitiría iniciar tratamientos preventivos con mayor rapidez.
El empresario también apoya el desarrollo de fármacos como Leqembi y donanemab, que podrían frenar la enfermedad en etapas iniciales. “Si estos anticuerpos resultan efectivos, podríamos evitar el Alzheimer antes de que aparezca”, señaló Gates, quien busca que la ciencia avance más rápido mediante la colaboración y el intercambio de datos entre investigadores.
La inteligencia artificial (IA) juega un papel clave en esta cruzada. Gates considera que la IA transformará el descubrimiento de medicamentos al analizar grandes volúmenes de datos y encontrar patrones biológicos antes invisibles. “Estamos solo al comienzo, pero la IA puede cambiar por completo la lucha contra el Alzheimer”, afirmó.
El creador de Microsoft también resaltó el alto costo social y económico de esta enfermedad, que supera los cientos de miles de millones de dólares en atención médica. Muchas familias, dijo, agotan sus ahorros antes de recibir apoyo estatal, por lo que invertir en investigación representa un retorno tanto humano como económico.
Gates imagina un futuro en el que las pruebas de detección de Alzheimer formen parte de los chequeos médicos a partir de los 60 años. Confía en que, dentro de una década, los avances científicos y tecnológicos permitan prevenir la mayoría de los casos y preservar la memoria y la autonomía de las personas por más tiempo.
